¿QUÉ ES LA INCERTIDUMBRE? Es una sensación de malestar frente al desconocimiento de lo que ocurrirá. Cuando no sabemos que esperar a menudo emergen dudas, preocupaciones y nos sentimos confusos a nivel de pensamiento. Es el polo opuesto a la sensación de SEGURIDAD. Actualmente, dadas las circunstancias que estamos viviendo debido a la pandemia, la sombra de la incertidumbre está más presente entre nosotros.

Algunas personas la toleran bien, sim embargo otras la vivencian con inquietud e inseguridad en el plano emocional.
Cuerpo y mente están íntimamente relacionados, por lo que todo ello puede producir efectos físicos y psicológicos en nuestro organismo: Trastornos del sueño, de la ingesta, problemas en la piel, cefaleas y alteraciones hormonales entre otras. Además, cuando la incertidumbre nos invade, entramos en un estado de alerta que al prolongarse genera ESTRÉS. Este debilita el sistema inmunitario, debido a la segregación elevada de una hormona; el cortisol. En definitiva, todo esto nos produce una descompensación a nivel cognitivo, emocional y físico. Un lado de la balanza se inclina con un peso desagradable.
EL CONTROL es uno de los mecanismos que empleamos para equilibrarnos. Por ejemplo, para contrarrestar la Incertidumbre. Nos podemos regular a través de este, puesto que eleva la sensación de sentirnos más seguros si podemos manejar el ambiente y controlarlo. Su uso excesivo y continuado no es beneficioso. Resulta agotador estar controlando durante todo el tiempo y dejamos de disfrutar de otras experiencias. Nos perdemos incluso de nosotros mismos. En otras ocasiones ni siquiera podremos recurrir a él, ya que no podemos controlarlo todo.

ENTONCES ¿QUÉ OCURRE CUANDO NO PODEMOS CONTROLAR UNA SITUACIÓN?
Aquí es cuando la incertidumbre puede transformarse en ANSIEDAD. En este estado nuestro corazón se acelera, la respiración no es fluida, se siente como si una mano nos apretase el pecho por dentro. Nuestra crispación aumenta, la concentración y la capacidad para buscar soluciones se puede ver mermada. Podemos llegar a experimentar tristeza, cambios repentinos de humor que repercuten tanto en uno mismo como en nuestras relaciones, el entorno laboral, familiar y social. Las contracturas musculares afloran. Dejamos de sentirnos bien en todo nuestro conjunto.
La emoción básica que subyace a la incertidumbre y a la ansiedad es el MIEDO. Cada una de nuestras emociones desempeña una serie de funciones. Las emociones y sensaciones son una fuente de información muy valiosa si sabemos escucharlas. Para para ello es fundamental no negarlas, aceptarlas y extraer su mensaje. El trabajo terapéutico parte de esto.

Uno de los objetivos del miedo es la de prepararnos ante algo que percibimos como amenaza. Y digo percibimos, porque en muchas ocasiones se trata de un estímulo aversivo real, y en otras, somos nosotros quienes lo percibimos como tal. Esta es otra parte del trabajo terapéutico, ayudar a las personas a analizar esa percepción y enseñarle una serie de recursos para hacerle frente en el presente y en el futuro.
Las personas poseemos mecanismos propios para hacer frente a las adversidades, pero no siempre nos encontramos con la fuerza para poder hacer uso de ellos o no son del todo adecuados. Depende de una amplia variedad de factores. El terapeuta es la figura de apoyo en todo el proceso de búsqueda de requilibrio y quien ayuda a alcánzalo.
Abril Alonso, A. (2005). Fundamentos biológicos de la conducta (2ª ed., 2ª reimp. Ed.). Madrid: Sanz y Torres.
Loreto Regla Hernández
Colegiada A-2383
Psicóloga General Sanitaria y Educativa
Psicoterapia Gestalt Integrativa.